Todos querían verla. La estuvieron contemplando y las damitas exclamaron: - ¡Uf, que fea!.
Y, sin embargo, Pulgarcita era lindísima. Así lo pensaba el que la había raptado; pero oyendo que todos los demás le decían que era fea, acabó por creérselo y ya no la quiso.
La pobre se quedó llorando, pues era tan fea que ni los abejorros querían saber nada de ella. Y la verdad es que no se ha visto cosa más bonita, y adorable, tanto como el más bello pétalo de rosa.
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